Canción sin nombre (2020), película peruana dirigida por Melina León, es una historia de sufrimiento y dolor ubicado en la Lima de la década de los ochenta. Después de un exitoso recorrido por festivales de cine, la película se ha estrenado en Netflix; y es la representante peruana, en la categoría de Mejor Película Internacional, de los Premios Óscar. 

Historias mínimas

Inspiradas en eventos reales, Canción sin nombre, presenta la historia de Georgina (Pamela Mendoza), una joven migrante embarazada, cuyo hijo es arrebatado al momento de su nacimiento. Hechos similares fueron noticias usuales durante la década de los ochenta – época en que se ambienta la película – tratadas generalmente con morbo y sin mayores sanciones legales hacia los responsables.

En paralelo, conocemos la historia  de Pedro (Tommy Párraga), periodista que sigue el caso de Georgina, mientras trata de encontrar equilibrio entre su profesión y su vida privada.

Ambos, Georgina y Pedro, son personajes marginales tanto fuera como dentro de sus contextos. Sufren en silencio, desde el anonimato. La propuesta sonora ubica sus voces por debajo de los sonidos del entorno. Enfrentados a la naturaleza y al aparataje público y privado, a la informalidad y hostilidad de la sociedad de la época.

Imágenes diluidas

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La fotografía en blanco y negro desarrollada por Inti Briones, plantea contrastes muy marcados en los planos cercanos, mucho más íntimos como si los personajes solo pudiesen existir ante ellos mismos y ante las miradas más cercanas, mientras que reduce su presencia a siluetas diluidas en los planos generales, absorbidos por el paisaje. 

El uso del blanco y negro y del formato cuadrado de la imagen, es un llamado al recuerdo y a la reconstrucción de una memoria sensorial. La composición formal remite a los registros fotográficos hechos en la época y que se recopilarán en los informes de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Narrativamente se prefiere remitir a la memoria desde las sensaciones, antes que a la recreación o representación canónica del momento histórico.

Vidas postergadas

La década de los ochenta es vista como una época de indiferencia, pese al peligro permanente que imperaba en la sociedad. O tal vez debido a ella, es que se configura esta actitud de sobrevivencia hostil. El silencio, la nulidad de la defensa de derechos elementales y la postergación de muchos sectores sociales que se convirtieron en germen de reacciones violentas planificadas, van más allá de todo intento de reivindicación. Como Fausta en La teta asustada (Claudia Llosa, 2009) o Cleo en Roma (Alfonso Cuarón, 2018), Georgina es víctima de una maternidad postergada, resultado de una lógica cruel de un sistema que prefiere la omisión de los problemas, antes que intentar solucionarlas.

Lic. en Ciencias de la Comunicación y programador del Cineclub de Lambayeque. Ha sido curador y programador del insólito Festival de Cine de Terror y Fantasía y del Festival de Cine Universitario "El cine que nos mueve".