“Yo, Ennio Morricone, he muerto. Lo anuncio así a todos los amigos que siempre me fueron cercanos y también a esos un poco lejanos que despido con gran afecto». Este es el inicio de la esquela fúnebre del célebre compositor italiano, dictada por él mismo. Su fallecimiento – el pasado 6 de julio – significa el final de un estilo de composición musical para cine, marcado por disciplina, sensibilidad e iconicidad.
Trayectoria

Nacido en Roma, su cercanía a la música la debió a su padre, jazzista a quien incluso sustituyó en algunas presentaciones a muy temprana edad.
Después de su paso por la Escuela de Música, Ennio trabajó como arreglista y compositor por encargo para algunos cantantes italianos. Su acercamiento al cine ocurrió a mediados de la década del sesenta, cuando se reencontró con un conocido de infancia, el cineasta Sergio Leone. Lo siguiente es más o menos conocido. Conformaron uno de los equipos de colaboradores creativos más importantes de la historia de cine. La música compuesta por Morricone, calzaba a la perfección con las imágenes de los westerns de Leone. El éxito de estas películas, volvieron el trabajo de ambos en ícono de una época y en referentes de la cultura popular. Los coros de voces agudas, los vientos metálicos como anuncio y estallido de una confrontación a balazos, los silencios que armonizaban con la polvareda del desierto, fueron recursos que marcaron el estilo de las películas que conforman la Trilogía del dólar. Es imposible desasociar la imagen de Clint Eastwood, protagonista de la trilogía, del sonido orquestado de flautas, trompetas y ocarinas.
Innovación y tradición

Pese al éxito, Morricone decidió no estancarse en un solo género. Por el contrario, su obra es muy extensa y variada. Autor de más de 500 composiciones, exploró la banda sonora de comedias, películas de terror, dramas históricos, películas bélicas, thrillers y demás. En la Europa mediterránea y eventualmente en Estados Unidos, nutrió su obra musical con diferentes sonidos tanto de instrumentos tradicionales como sintéticos. En el cine de terror experimentó con los sonidos de sintetizadores, destacando la música compuesta para las películas de Mario Bava y de John Carpenter. También, es valioso su trabajo en La misión (1986), de Roland Joffé, drama histórico sobre la evangelización temprana en Sudamérica. El encuentro entre culturas y cosmovisiones, se manifiesta en la combinación de percusiones tribales e instrumentos de cuerda y vientos.
Una de sus obras más icónicas, sin embargo, se sustenta en el clasicismo. Su trabajo en Cinema Paradiso (1988),de Giuseppe Tornatore, es un paseo por los recuerdos y las emociones, y sobre todo, un canto de amor al cine. Ennio Morricone logra transmitir en esta composición la nostalgia por la infancia que se va, el descubrimiento del primer amor y las pasiones que nos acompañarán toda la vida. Volvería a trabajar con Tornatore en algunas ocasiones más. El mismo Morricone lo considera una de sus mejores experiencias después de la colaboración con Leone, con quien también realizó una composición sobre la infancia perdida en Érase una vez en América (1986), épica histórica sobre la migración europea en Estados Unidos.
El Legado de Ennio Morricone

El impacto cultural de la obra musical de Morricone, lo volvió uno de los compositores más solicitados de su tiempo. Cineastas como Bertolucci, Almodóvar, Polanski, Brian De Palma, Oliver Stone, Warren Beatty y Quentin Tarantino, recurrieron a él para tener si quiera un poco de la grandeza de sus mejores composiciones. Especialmente a Tarantino, debemos su redescubrimiento entre las nuevas generaciones. El cineasta norteamericano siempre lo mencionó como influencia, utilizando incluso algunas de sus obras menos conocidas dentro de los eclécticos soundtracks de sus películas.
Convencido de que la música, puede expresar por sí misma, toda la variedad de emociones posibles, Ennio Morricone siempre destacó por el respeto creativo mutuo hacia los cineastas con quienes colaboró. Imágenes y música son independientes en su expresividad, pero se complementan en significación. Con su fallecimiento, parte de esa expresividad se va, pero la significación trascenderá aún por mucho más tiempo.