Borat: Subsequent Moviefilm, vuelve a poner al actor Sacha Baron Cohen en el papel de un ultraconservador e hilarante periodista kazajo. Catorce años después vuelve recargado de humor ácido y un mensaje cada vez más urgente.
Los antecedentes

Borat (2006), dirigida por Larry Charles, tenía como protagonista a este periodista kazajo en la misión de elevar el espíritu nacionalista de su país. Ante el inminente fracaso diplomático, se oponía una exitosa radiografía de la sociedad estadounidense, racista, extremista y conservadora.
Catorce años después vemos a Borat en una nueva misión, que reconcilie a su país con los Estados Unidos. Sin Charles en la dirección – y Donald Trump en el poder – Sacha Baron Cohen dispone de mayor libertad creativa para intervenir en la compleja realidad estadounidense y lanzar momentos de humor grueso cada vez más urgentes y necesarios.
Estilos y mensajes

Retomando el estilo del falso documental, la película tiene sus mejores momentos en las incursiones de Borat, esta vez acompañado por su hija adolescente; en las ciudades de la «América profunda» (bolsón electoral de Trump), lugares donde la violencia racista está normalizada e incluso validada por diferentes instancias.
Lo meritorio de esta secuela es que acompaña la parodia con la relación dispar del padre y la hija. La actriz Maria Bakalova construye un personaje entrañable. Ingenua y sensible a los cambios que experimenta, el cuestionamiento permanente a las acciones de su padre complementan el carácter crudo de las escenas más hilarantes.
Contexto

Inevitablemente, Borat: Subsequent Moviefilm habla de la pandemia, la crisis política y el contexto electoral de Estados Unidos. Los argumentos de ficción, aunque exacerbados y delirantes, son superados con mucha distancia por las intervenciones en la realidad. Borat – o Sacha Baron Cohen – irrumpiendo disfrazado en una convención del Partido Republicano o en protestas de supremacistas, o la entrevista al abogado de Trump que pone en evidencia el accionar de muchos políticos ante las mujeres y ante la prensa, componen los momentos más altos de la película, que le dan sentido a la dureza de su humor.
Catorce años después, y tal vez dentro de algunos otros años más, Borat se convierte en una secuela inevitable que adquiere una madurez necesaria para hacer frente al contexto en el que irrumpe. Más allá de que impacte en aquello que espera modificar, su éxito radica en ser un registro vívido de un sentir y de una mirada de resistencia.